Hace unas semanas el sector ganadero y cárnico estuvo en el ojo del huracán debido a la campaña promovida por el ministro de Consumo, Alberto Garzón, en la que se invitaba a reducir el consumo de carne por razones de salud y medioambientales. La rápida y contundente respuesta del sector ganadero, por parte de las seis interprofesionales cárnicas, provocó la atención de los medios de comunicación y situó en primer plano una campaña que posiblemente habría tenido una repercusión más bien discreta. Esta vez, se traspasó una línea roja por el hecho de que los ataques provenían de un señor ministro, y por ello decidimos decir basta a esta injusta criminalización.

Una vez pasada la tormenta podríamos concluir que el tratamiento de la noticia ha sido ideológico, y lo que debería haber sido un debate sosegado y basado en datos científicos, se convirtió en una polarización de posiciones entre partidarios y detractores de la carne con mensajes adulterados según el sesgo político del emisor. El primer mensaje tendencioso fue el del propio ministro Garzón, que formuló una mezcla de afirmaciones demagógicas y alarmistas más propias de alguna organización animalista que de un representante del Gobierno.

Mentiras repetidas 1.000 veces

Lo peor de todo, es que unos cuantos mensajes que han sido rebatidos en múltiples ocasiones, se continúen emitiendo. “Para Obtener 1 kg de carne se necesitan 15.000kg de agua”, es una de esas mentiras que repetidas mil veces se convierten en una verdad. Cuando el 95% de éste agua es agua verde, agua de lluvia que de otra manera se perdería; y no solo eso, un reciente estudio del IRTA demuestra cómo esta cantidad es 10 veces inferior a las mal denominadas granjas intensivas, que por cierto, en realidad son granjas eficientes para la optimización de recursos.

Constantemente, también, se utilizan cifras mundiales para catalogar nuestras emisiones. Los sistemas europeos de producción emiten 5 veces menos en relación a producciones de Sudamérica porque somos más eficientes en el uso de alimentos y en el manejo. Es así porque los escasos márgenes con los que trabajamos nos obligan a ser eficientes y precisos en aspectos como la alimentación para minimizar pérdidas.

Otro ‘mantra’ repetido es que en el año 2020 el consumo de carne en los hogares se incrementó; no podía ser de otra manera si la restauración estuvo cerrada muchos meses por la pandemia. En conjunto, el consumo se reduce y aún hay quien querría que la carne fuese un producto elitista solo apto para bolsillos privilegiados.

Rebatir los mensajes en contra de la ganadería daría para un nuevo y extenso artículo. El objetivo de estas líneas no es otro que denunciar el trasfondo animalista de determinadas campañas, y los intereses corporativos de los productores de proteína alternativa o, mejor dicho, ultra-procesada. No se entiende de otra manera esta agresividad, teniendo en cuenta el discreto efecto de la dieta en las emisiones globales, que no llega al 8%. Se está dando a la ciudadanía un mensaje tan perverso como falso haciéndola creer que reduciendo el consumo de carne uno puede ir de vacaciones al otro lado del mundo habiendo compensado las emisiones.

Desde Asoprovac y desde la interprofesional Provacuno continuaremos comunicando en positivo. Conscientes que vende mucho más una cifra llamativa junto a un mensaje tendencioso o directamente falso. No estamos escondiendo la cabeza bajo el ala, tenemos identificados todos los puntos a mejorar y continuaremos explicando los esfuerzos e innovaciones que realizamos en nuestras granjas. Mientras, si se nos permite, seguiremos suministrando proteína natural, de proximidad y de la mejor calidad, a quien esté dispuesto a valorarla.

Ricard Gòdia, presidente de Asoprovac