La UE y EE.UU. se encuentran inmersos en unas negociaciones contrareloj para sellar el más ambicioso acuerdo bilateral sobre comercio e inversiones entre las dos grandes potencias de Occidente. Ambas economías representan cerca del 60% del PIB del Planeta y una tercera parte del comercio mundial.
En este sentido, el TTIP puede entenderse también como una reafirmación de este modelo social basado en la economía de libre mercado. A diferencia de otros Acuerdos de Libre Comercio, el desarme arancelario no es el principal caballo de batalla del TTIP, sino la eliminación de barreras no arancelarias y Barreras Técnicas al Comercio, en normas sanitarias y fitosanitarias, el reconocimiento y armonización de controles y protocolos de inspección aduanera, o la facilitación del comercio a las pequeñas y medianas empresas, donde las negociaciones tienen su principal escollo en términos agrarios.
Se trata de poner en común unas reglas claras y transparentes, uniformes y conocidas, que permitan a cualquier exportador agroalimentario español posicionar sus productos de calidad en las tiendas y supermercados
americanos, conociendo de antemano los requisitos que debe cumplimentar, y que estos sean comunes para todos los exportadores de la UE.
Es importante también para nuestras producciones amparadas bajo Denominación de Origen e Indicaciones Geográficas que estos esfuerzos y limitaciones asumidos para ofrecer un producto de calidad certificada puedan verse reconocidos también por los consumidores norteamericanos, protegiéndoles también a ellos frente de productos de inferior calidad que utilizan nuestros nombres y distintivos de forma desleal.
Nuestro modelo europeo de producción, que garantiza niveles extraordinarios en apectos tales como bienestar animal, respeto medioambiental, trazabilidad y utilización de factores de producción, con una legislación rigurosa y muy restrictiva comparada con los estándares y normativas norteamericanos, imponen unos costes regulatorios muy elevados, que sumados a unos mayores costes y más alto grado de dependencia de proteínas vegetales para la alimentación animal, van a provocar una enorme distorsión en los sectores ganaderos europeos, especialmente en los más intensivos, ya sea de vacuno, porcino o avícola.
Por tanto es absolutamente necesario garantizar a estas producciones europeas una protección suficiente en frontera si queremos mantener este modelo europeo de agricultura y ganaderia, que el consumidor europeo demanda y que sólo nuestros productores pueden ofrecer con todas las garantías. Del reconocimiento y aceptación de estas premisas depende que el TTIP sea un acuerdo ambicioso, equilibrado y provechoso para nuestros ciudadanos y agricultores, o que, por el contrario, sea una imposición inasumible para la sociedad europea y lesiva para consumidores y productores agrarios europeos.
Pedro Barato Triguero- Presidente Nacional de ASAJA